martes, 23 de noviembre de 2010

Anorexia mental.

Un buen café puede calmar mucho las cosas. No va a perder tus ganas locas de tenerle en frente, de quererle, o de gritarle. No. Solamente digo que, un buen café podría ser el principio del fin.
Últimamente no tengo nada que decir, nada, a nadie. Me siento callada todo el día. Y cuando hablo, muevo los labios sin decir nada. Nada es importante. Los problemas se ahogan y el frío de Diciembre susurra.
Podría ponerme a saltar, o a cantar supongo, acaban de invitarme a pasar la Nochevieja con mi mejor amiga a Estados Unidos y no sé como reaccionar. Todavía no puedo creermelo.
Pero no sé, vuelvo al café. Me muero por uno. Por tomarlo cerca de una ventana donde el frío dibuje figuras en el cristal. Donde tenga que limpiarlo con la mano para poder ver la oscuridad. Cerca de la ventana donde te veía, y ahora rebusco en el pasado. Y lo mejor de todo es que no me importa. Ya no me duele.
He aprendido que la vida es un momento, un pequeño instante. Vivimos pensando en el mañana, intentando comprender el ayer, y mientras dejamos escapar el día de hoy.
Vivimos buscando el momento perfecto, la vida perfecta, el sueño perfecto, la persona perfecta.. pero no hay momentos, ni vidas, ni sueños, ni personas perfectas. Crea el momento, vive la vida, desea tus sueños; no serán perfectos pero serán nuestros, serán vidas vividas no leídas.
La vida de alguien, que nadie comprende. Pero que en el fondo tampoco quieres que lo hagan. Es el gustito que te da de manera interior, cuando piensas en alguien y sonries. Cuando lloras sin saber por qué. O cuando ríes, y ríes a carcajadas tú sola.
Tratamos a lo largo de los años tener millones de citas que nos hagan felices. Pero no, antes de conocer deberíamos conocernos.
  Una cita con mi yo interior

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